2.2 La Tregua Fecunda

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Esfuerzos armados para dar continuidad a la Revolución en este período

Después del Pacto del Zanjón, de la misma manera que la frustración y el desencanto se adueñaron de una parte de los cubanos, otros no flaquearon nunca en la voluntad de trabajar por la independencia. Tal es el caso de la mayoría de los jefes mambises que marcharon a la emigración para dar continuidad a la lucha, o se mantuvieron en Cuba con sus convicciones independentistas sin hacerle el juego a los que hablaban de evolución para evitar la revolución.

En este período los intentos armados independentistas no cesaron. A continuación se verán, de forma panorámica, algunas de las acciones mambisas que si bien no condujeron a la victoria, fueron expresión de la voluntad de dar continuidad a la lucha y sirvieron como experiencia necesaria.



Calixto García

Calixto García

La Guerra Chiquita. Preparada por el Comité Revolucionario de Nueva York, bajo la dirección de Calixto García, se desarrolla desde el 24 de agosto de 1879 hasta el 3 de diciembre de 1880, en ella participan figuras como Guillermón Moncada, Quintín Banderas, Belisario Grave de Peralta, Serafín Sánchez, Francisco Carrillo, Ramón Leocadio Bonachea, José Maceo entre otros. Tenía como objetivos la independencia y la abolición de la esclavitud. Fracasa debido a la falta de unidad entre los cubanos, por la ausencia de Antonio Maceo y la llegada tardía de su máximo líder, la campaña racista de los españoles y los traidores autonomistas, solo se incorporaron dos territorios (Oriente y Las Villas), Camagüey y Occidente no participaron. Esta guerra constituye una experiencia necesaria porque demostró que las ideas independentistas estaban vigentes, descaracterizó los contenidos ideológicos y el programa del autonomismo y marcó el debut de José Martí como dirigente político.




  • Protesta del Jarao en 1879 por Ramón Leocadio Bonachea, en la región de Hornos de Cal, Santi Spíritus, condenó el Pacto del Zanjón.

  • Conspiración la Liga Antillana (1880). Su accionar se desarrolló en la región oriental donde se produciría un alzamiento simultáneo con la llegada de una expedición encabezada por Antonio Maceo, pero fracasó.

  • Programa Revolucionario de San Pedro Sula (Plan Gómez - Maceo). Se desarrolla entre 1884 y 1886. Maceo y Gómez comienzan a preparar las condiciones para una nueva guerra en Cuba desde Honduras. Incluía el arribo a Cuba de varias expediciones. En este plan participa José Martí, pero se separa, por considerarlo muy anticipado, demasiado militarista y sin la existencia de una preparación. Este hecho generó contradicciones que más tarde serían superadas. El plan nunca se llegó a efectuar porque las condiciones no estaban creadas. Demostró la existencia de un gran jefe militar y la necesidad de la unidad para lograr el éxito.



Expediciones:

• Carlos Agüero en 1884 por Cárdenas.

• Ramón Leocadio Bonachea en 1884 por Oriente.

• Limbano Sánchez en 1885 por Baracoa.

Ramón Leocadio Bonachea
Ramón Leocadio Bonachea
  • Proyecto armado de Juan Fernández Ruz en 1887. En sus ideas estaba la creación de una Comisión Ejecutiva presidida por José Martí, encargada de dirigir la lucha. Debido a varias discrepancias no se pudo llevar ala práctica.

  • Conspiración de la Paz de Manganeso (1890) Intentos por reiniciar la lucha en Oriente por Antonio Maceo, cuando aprovechando una visita a la Isla organiza y encabeza un alzamiento que se iniciaría el 8 de septiembre, con el apoyo de Guillermón Moncada, Flor Crombet y Quintín Banderas entre otros. Fue descubierto y nuevamente expulsado del país.


Todas estas expediciones y proyectos de acciones armadas ejemplifican la certera denominación martiana de “reposo turbulento” que tiene este período. Entre las causas de estos fracasos se encuentran: la falta de unidad entre los revolucionarios, la ausencia de un programa político, la falta de coordinación entre la emigración y la Isla; la escasez de recursos, rencillas entre los jefes, la equivocada creencia de que la revolución podía venir a Cuba “desde afuera” y no tomar en consideración el establecimiento de las condiciones previas en la Isla para lograr coordinación. A todo esto hay que añadir una característica común a todas estas acciones frustradas: una concepción exagerada del papel del mando militar en la conducción de la lucha por la independencia.

José Martí, al constatar estos reveses, fortalecía su convicción de que el camino no podía ser la existencia de acciones militares aisladas o espontáneas al margen de un plan de conjunto y del aseguramiento ideológico y organizativo que aportara unidad y eficacia al movimiento revolucionario.

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