1.3 El adjetivo
Formas especiales para comparativos y superlativos
Hay un pequeño grupo de adjetivos que desarrollan formas especiales heredadas del latín para expresar las cualidades en los grados comparativo y superlativo. Se denominan comparativos y superlativos sincréticos
Adjetivo en grado positivo | Comparativo |
Superlativo |
bueno | mejor |
óptimo |
malo |
peor |
pésimo |
grande | mayor |
máximo |
pequeño | menor | mínimo |
alto | superior | supremo (o sumo) |
bajo | inferior | ínfimo |
El uso en la comunicación de estas formas no siempre descalifica o anula el de las formas regulares para expresar los mismos grados: más grande o mayor, muy bueno u óptimo, malísimo o pésimo. La preferencia por unas u otras queda a elección del emisor, según sus intenciones, los fines que persiga, el grado de formalidad de los intercambios, el contexto comunicativo o su cultura.
La adjetivación
Del mismo modo que el adjetivo puede funcionar, ocasionalmente, como sustantivo, también el sustantivo puede recategorizarse en determinados contextos y tomar un valor adjetivo. En esos casos se habla de adjetivación. Véanse estos dos ejemplos:
Ella es muy niña para entender esas cosas.
Eres tan hombre como yo.
En ambos casos, niña y hombre han dejado de designar a objetos (personas, en este caso) para calificar. Incluso, han admitido grados de significación por la presencia de los morfemas muy y tan…como, del superlativo absoluto y comparativo de igualdad respectivamente.
También pueden usarse con función adjetiva palabras que pertenecen a otras categorías, como pronombres, adverbios e, incluso, oraciones subordinadas:
También pueden usarse con función adjetiva palabras que pertenecen a otras categorías, como pronombres, adverbios e, incluso, oraciones subordinadas:
Conozco a un hombre |
así
|
Cualquier
|
persona puede asistir. |
Compartieron con el estuniante |
que obtuvo el premio
|
¿Qué utilidad tienen todas estas reflexiones en torno al adjetivo? Esta categoría se usa ampliamente, aunque no de manera exclusiva, en la función denominativa del lenguaje: al identificar, definir, describir o caracterizar objetos, procesos, fenómenos y situaciones. Permite concretar y precisar el objeto, revelar sus matices y peculiaridades, obtener una información más detallada y profunda sobre él.
Su incorporación a la frase queda regulada por los fines mismos de la comunicación. A veces son imprescindibles para fijar propiedades estables de los objetos, como suele ocurrir en los textos científicos. Nótese qué ocurriría si suprimiéramos los adjetivos (relacionales) en las siguientes expresiones:
desarrollo endógeno |
armas nucleares |
aparato digestivo | fuerza gravitacional |
Funciones del adjetivo
Sin dudas quedarían mutilados los conceptos que los adjetivos ayudan a expresar. Incluso en muchos casos se han integrado a los sustantivos de tal forma que constituyen con ellos verdaderas unidades denominativas y se comportan como una sola pieza léxica (“rosa náutica”, “puntos cardinales”, “disco compacto”…).
Otras veces su empleo obedece a la subjetividad del emisor, a su afán imaginativo, a su interés por poetizar la realidad y revelarle al lector o al auditorio sus zonas “menos iluminadas”. Este uso del adjetivo (calificativo) es característico de los textos artísticos, en los cuales se cumple la función estética del lenguaje.
Obsérvese lo que aportan los adjetivos en los siguientes segmentos del artículo martiano, incluido en el libro de texto de Español-Literatura para el duodécimo grado, “La estatua de Bolívar (por el venezolano Cova)”, de 1883, con el que su autor celebra la instalación en Caracas de una estatua de Bolívar, esculpida por el entonces joven artista venezolano Rafael de la Cova:
“… ha amasado, con sus manos piadosas e inspiradas, en un cuarto pequeño y oscuro, (…) la estatua monumental…”
“¡Es brava estatua, de nueve pies de alto!”
“Cova representa a su héroe (…) ante su pueblo jubiloso y radiante, que creía ver en él astro humanado…”
“Tiene este bronce tamaños monumentales…”
“El rostro de bronce (…) está bañado de expresión afable.”
“El alto cuerpo, vestido de gala marcial, se yergue sin embarazo ni dureza…”
“Y la cabeza, armoniosísima, sonríe.”
Bien pudiera haber dicho Martí de Rafael de la Cova que “…ha amasado, con sus manos (…) en un cuarto (…) la estatua (…)”, y no se hubiera perdido la esencia de lo dicho. La pérdida sería de otra índole: se habría perdido la calidez, la sensibilidad que brota del que percibe la obra, el carácter de vivencia compartida, tan cara a la credibilidad del receptor. Se habría perdido una parte importante de la sustancia humana que viaja de la palabra comunicada a la inteligencia del destinatario, al compartir una imagen del héroe o del escultor, o de la obra que reseña, o de la causa americana, según los propósitos que animen al autor.
Entonces, en este tipo de textos los adjetivos no son meros adornos de la frase de los que se pueda prescindir sin provocar alguna pérdida. Aportan, fundamentalmente, valiosísimas apreciaciones personales, subjetivas, que se hacen objetivas gracias a la agudeza del intérprete, y ayudan a conformar, en el lector, en el público, imágenes vívidas, íntimas, humanizadas, todas diferentes en tanto se construyen a partir de vivencias y emociones individuales e irrepetibles, pero todas igualmente válidas porque ayudan a edificar la experiencia colectiva y a crear un cuadro del mundo.
Si se ha dedicado tan dilatado espacio a esta categoría de palabra es porque resulta clave en la construcción de los mensajes. El adjetivo debe aparecer en una justa proporción, respondiendo a las necesidades del mensaje, a las intenciones del emisor y a los fines de la comunicación. Su presencia irrelevante inclina la orientación de los mensajes hacia la objetividad, eleva la carga conceptual y la sobriedad de lo expresado; su presencia significativa orienta hacia la subjetividad, eleva la carga emotiva y densifica las imágenes. Ningún extremo es aconsejable: la inteligencia del emisor dirá la última palabra.
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Este contenido ha sido tomado del folleto titulado “COMPENDIO DE GRAMÁTICA ESPAÑOLA Y APUNTES SOBRE REDACCIÓN”, escrito por el profesor M. Sc. José Alberto López Díaz (2015